El Kung-Fu es un arte marcial basado en la disciplina, el respeto y el trabajo continuo. Consiguiendo, a través de él, un desarrollo completo de la persona, tanto físicamente como de actitud ante la vida.
El trabajo es paulatino, desde lo más básico hasta lo más complejo, siempre partiendo del respeto a uno mismo y a los demás. No se busca la agresividad ni la lucha, sino técnica, concentración, respiración, esfuerzo, equilibrio y autocontrol.
Al ser un arte marcial, aporta aspectos internos más amplios y profundos que el deporte. Destacan los valores que infunde de respeto, autoconocimiento y disciplina.
Los niños y niñas trabajan también valores como la educación, la responsabilidad o el trabajo en grupo. Sin olvidar que aprenden a conocerse mejor y a dominar su cuerpo teniendo en cuenta sus capacidades y sus limitaciones. Y además, como en el deporte, desarrollan su condición física y se fortalecen.
La gente se pregunta si el arte marcial es agresivo. La respuesta es sencilla y clara, NO.
Además, practicar Kung-Fu habitualmente permite educar la agresividad natural de todo ser humano. Aspecto muy importante, ya que si no se canaliza de forma adecuada puede ser potencialmente peligrosa, en lugar de estar al servicio de la persona.